Discutiendo las verdades de Wasserman

Por: Carlos Andrés Santiago.
Ambientalista y activista.


El pasado viernes me levanté con la columna “Discutiendo lo que no se discute” del profesor y ex-rector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman, en la que a partir de ataques al ambientalismo y al activismo en los que insinúa que presentamos actitudes anticiencia, defiende abiertamente al fracking. Por respeto a quienes por años han seguido el debate riguroso que desde la Alianza Colombia Libre de Fracking hemos dado sobre su inconveniencia en Colombia, me animo a dejarle esta respuesta.

Su texto inicia desconociendo y minimizando la amplia evidencia científica que muestra los riesgos e impactos del fracking, afirmando que están señalados en unos compendios que no concluyen nada. Se equivoca, ya que en años de estudios en el mundo, existe un amplia evidencia obtenida en múltiples contextos geográficos donde se ha concluído la inconveniencia de esta práctica.

Señala con absolutismos bastante alejados de la ciencia que «hay países donde se ha llevado en forma muy exitosa sin daño», ocultando que cada vez más países y regiones están estableciendo moratorias y prohibiciones a partir de investigaciones rigurosas de centros académicos y agencias gubernamentales que han mostrado, entre muchos otros impactos, la correlación positiva entre el fracking y las afectaciones en las condiciones de salud de quienes viven en los alrededores.

El análisis del doctor Wasseman asegura que que el fracking «disminuye la contaminación atmosférica», omitiendo el efecto del metano producto de la extracción, distribución y combustión de hidrocarburos, y la creciente preocupación acerca del rol que ha desempeñado la acumulación atmosférica de gases de efecto invernadero.

Utiliza el miedo afirmando que “en Colombia podríamos imaginar un escenario de agotamiento de reservas”. Precisamente, porque todo recurso no renovable tiene sus años de explotación contados, es que desde múltiples orillas se ha expuesto la necesidad de avanzar en una agenda ambiciosa de transición energética. Para Colombia, la UPME y Ecopetrol han presentado los resultados de modelos de agotamiento de reservas de hidrocarburos. Es necesario que el doctor Wasserman, la industria petrolera y los actores interesados debatamos los supuestos usados en esos modelos para tomar posturas y decisiones de fondo respecto a la necesidad de implementar el fracking en Colombia.

Para continuar su defensa ciega del fracking, el profesor Wasserman señala que una Comisión de Expertos (de la cual su coordinador y varios integrantes fueron nombrados por Duque meses después en cargos directivos y tienen hoy muy jugosos contratos), recomendó hacer pilotos para probar si esos riesgos se pueden dar o no en Colombia.

Desconoce extrañamente la Comisión designada por solicitud del Consejo de Estado a la Rectora de la Universidad Nacional -de la que fue rector-, y conformada por 6 profesores entre ellos un geólogo, una licenciada en química, una médica, un ingeniero civil y dos politólogos, quienes concluyeron que “No hay evidencia de que el fracking pueda operar sin amenazar la salud pública y sin poner en peligro la estabilidad climática de la que depende la salud pública” (pueden verlo completo en https://xumek.org.ar/wp/wp-content/uploads/2020/11/DICTAMEN-PERICIAL-FRACKING.pdf)

Loable interés, si no fuera porque esas pruebas pretenden llevarse a cabo en Puerto Wilches en el Magdalena Medio, en el municipio con mayor cantidad de ciénagas y humedales de Santander, en un área donde se encuentra el corredor del jaguar y el hábitat del manatí antillano, especies amenazadas, y donde a líderes y lideresas que nos oponemos también les están amenazando y desplazando.

El doctor Wasserman utiliza la reconocida figura argumentativa del hombre de paja para descalificar la labor que valientemente ha hecho el ambientalismo nacional para oponerse a la megaindustria del fracking. Wasserman construye a su ambientalista de paja como dogmático, obediente, agresivo e intimidante. Nos acusa de “cherrypicking”, de solo usar la evidencia que nos conviene para sustentar nuestro prejuicio. Le da vida a su muñeco poniéndolo a hablar con frases tendenciosas: “mejor no investigue, no vaya a ser que no nos guste el resultado”. Con esta figura argumentativa Wasserman utiliza las mismas formas anticientíficas que han usado en contra de la teoría de la Evolución o para negar el Cambio Climático.

El ambientalista de paja de Wasserman no hace justicia a la poderosa dupla que hemos construido en el ambientalismo colombiano, ejemplo global, donde las preocupaciones sociales han encontrado par en la creciente técnica y ciencia nacionales para poder debatir con sustento en la evidencia sobre los riesgos que acarrean estos proyectos. El ex-rector Wasserman debería estar satisfecho por el avance de la ciencia nacional: por fin está llegando a los territorios a intercambiar conocimientos y apoyar sus propias decisiones.

Estamos en la misma orilla que el doctor Wasserman respecto a la defensa de la ciencia. Precisamente por eso hemos denunciado en múltiples espacios, incluso jurídicos, las graves debilidades del diseño metodológico de los denominados Proyectos Pilotos de Investigación Integral (PPII) de fracking, estructurados en el Decreto 328 de 2020 y su reglamentación posterior. Un diseño experimental donde no se es clara la escala, los tamaños t representatividad de las muestras y la manera como se escogieron las variables. Estos proyectos no sobrevivirían a una evaluación por pares.

Más aún, los pilotos que está defendiendo el doctor Wasserman cometen el grave error metodológico del conflicto de intereses. Las mismas empresas que se beneficiarían económicamente en que los pilotos no encuentren riesgos en el fracking son las que los están ejecutando. A su vez, su diseño no incluye una evaluación científica ni independiente de los resultados, ni una temporalidad que permita medir los impactos de mediano y largo plazo.

En su defensa de los pilotos de fracking, el profesor Wasserman nos propone realizar dos pozos piloto para probar la inocuidad del fracking. No cuenta en su columna que Ecopetrol reconoció en el informe de la Comisión de Expertos que en la explotación comercial proyecta hasta 19 mil pozos sólo en el Magdalena Medio, que dichos pilotos serían realizados por Ecopetrol y ExxonMobil (empresas interesadas), sin evaluar impactos acumulativos de mediano y largo plazo y sin la participación de la academia en la revisión de pares de dichos resultados.

Pretende además extrapolar los resultados de los pozos ubicados 13 kilómetros el uno del otro, a otras cuencas del país como la cordillera oriental, los llanos orientales y caguán-putumayo, con condiciones geológicas, sociales y ambientales completamente diferentes.

Además el diseño y la evaluación de los pilotos no contempla por ejemplo ninguna estimación sobre las externalidades negativas relacionadas con la contaminación del agua, los daños en la salud de la población cercana, la afectación y desvalorización de los predios aledaños, el impacto en la biodiversidad, las secuelas en las vías y el transporte, y los impactos microeconómicos locales, sobre lo que contrario a lo que dice el ex-rector, existen exhaustivos estudios que develan un evidente balance negativo.

Leyendo al doctor Wasserman, me siento como si en el siglo pasado, cuando las tabacaleras emprendieron toda una cruzada financiando científicos y gastando multimillonarios recursos en marketing para convencer al mundo que el cigarrillo no causaba cáncer, nos propusieran una investigación exponiendo a una persona a fumarse dos cajetillas de cigarrillo en unos pocos meses, para concluir que tendría el mismo impacto de fumar miles de cajetillas durante décadas.

Por fortuna, el nuevo Gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez, su Ministra de Ambiente Susana Muhamad y su Ministro de Hacienda José Antonio Ocampo, han reiterado la decisión escrita en su programa de gobierno de no permitir el desarrollo del fracking comercial ni de sus pilotos. Enhorabuena no se distraen con experimentos que deberían cumplir con «los más estrictos estándares científicos» pero que en la práctica se suscriben a saber cuánto hidrocarburo producirán y su rentabilidad económica.

El mundo de hoy requiere de una ciencia dispuesta a asumir el liderazgo en la investigación y la comunicación sobre los impactos de los combustibles fósiles en la crisis climática y ecológica que vivimos. Una ciencia del siglo XXI, dispuesta a contraponerse a los grandes intereses corporativos que pretenden que vivamos como si nada estuviera pasando, una ciencia que lleve a decisiones de política pública que privilegien el agua, la salud, la biodiversidad y la vida para las futuras generaciones.

Lo invitamos, doctor Wasserman a unirse a este nuevo ciclo de la ciencia que pretende hacerla más diversa e incluyente, conectada con las realidades de la crisis climática y reconociendo los conocimientos ancestrales de quienes por siglos han cuidado el territorio. Está a tiempo.

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