Por: Rodrigo López Estrada / Despierta Jericó
Cuando los argumentos escasean y se mueren las mentiras queda el camino del terror como éste de unas máquinas gigantes que dejan parquear en una cancha de fútbol desplazando lo que haya que desplazar porque las rodilleras quedan cortas y la dignidad ya no es silvestre aquí.
Jericó es sólido por su historia prominente y no se opacará por circunstancias colaterales que enturbian su desarrollo. Hoy estamos a expensas de hechos que pretenden domeñarnos con estudios que sólo aceptan políticos interesados en el dinero fácil. Ni la improvisación, ni lo desalmado de muchos podrán embargar nuestro patrimonio ecológico, cultural y cívico. Nos aferramos a los bríos de otros muchos que no permitimos que nos vendan lo más sagrado: nuestra riqueza ambiental. Podrán presumir con el poder del dinero dañino que contaminan nuestros escenarios deportivos con gigantes destructores, se ufanarán de mostrar su codicia, pero no será suficiente para lograrnos como súbditos de pretensiones emanadas de la dádiva que cautiva a cándidos de turno. No comer cuento es el mandamiento terrenal. Don Santiago Santamaría siempre presumió de una comunidad digna y pujante que extraña a los líderes del ayer ecologista y que hoy mudan sus apellidos y sus nombres terminados en AGA.
Si llaman a este conato minero “progreso”, serán también sujetos de despojo y el desplazamiento.
Un Programa de Trabajo y Obras -PTO- para explotación de mina no se le niega a nadie y menos en Antioquia, único departamento de Colombia con secretaría de minas y con entidades hambrientas y dirigentes que se olvidaron del espíritu antioqueño de férreo carácter y honradez hereditaria.
El agua y la roca son matrimonio que crean agua subterránea que alimenta quebradas y más donde llueve mucho como en esta zona pretendida para túneles en espiral después de los tres lineales para desaparecer acuíferos, no “acuitardos” como los llama el estudio de impacto de AGA. Acuíferos porque hay manantiales.
Los basureros químicos o relaves son enemigos de nacimientos, del Cauca, de los terrenos y de los sismos porque son proclives de saturación y deslizamiento.
28 años no es nada para asegurar una ausencia de desastres.
Ese tal guiño de que habla El Colombiano es un tic de desvergüenza con el espíritu antioqueño que se llama dignidad.
Si no fuera tan malo el EIA no habría 545 requerimientos que se salvan porque juegan al yo con yo.
Un análisis profesional, natural y digno dice que estos diseños presentados como Estudio de Impacto Ambiental son perversos por crueles y mentirosos.
Ahora los goles los hacen máquinas y desplazan a los deportistas: teólogos sin Dios, los llama Vallejo.