Africanización de Colombia

Por: Editorial Despierta Jericó

África merece todo nuestro respeto por la riqueza cultural que ha aportado a todo el mundo, en particular a nuestro país, cuya enorme diversidad proviene en gran parte de ese continente.

Respeto para África, pero también solidaridad, y mucha, pues su gente y sus territorios han sido saqueados sin la menor piedad por siglos de esclavismo, pillaje y humillación causados por la avaricia y el desprecio de la ideología judeo cristiana fundada en la supuesta supremacía otorgada por Dios a pueblos elegidos”.

Tratados ayer como poco menos que animales, los negros africanos, al igual que los indios americanos, no merecían nada distinto a la entrega total de sus vidas y pertenencias al servicio de los bautizados como cristianos, sus monarcas y sus iglesias. Hoy, el saqueo y el desprecio continúan por gobiernos que no asumen la responsabilidad histórica de las atrocidades cometidas en África por sus antecesores, hoy naufragan en el Mediterráneo, mueren atravesando el Tapón del Darién en Colombia y Panamá, fallecen de hambre y padecen de sed entre las fronteras impuestas en el continente negro.

Muchos indígenas colombianos, despojados por grupos armados y la indiferencia del gobierno, mendigan en las calles de pueblos y ciudades, otros están cercados por minas explosivas, los de La Guajira por la miseria y enfermedades producidas por las minas de carbón y el robo de los corruptos, sus hijos mueren de desnutrición; las comunidades de la Amazonía y la Orinoquía son víctimas de la deforestación y de las multinacionales, las  del  Pacífico sacrificadas por  el narcotráfico que  sustenta buena parte de la riqueza, la economía y la política nacionales.

Sin embargo, la cultura africana no desapareció sino que se diseminó por el mundo con la belleza de su música, su danza, con el orgullo de los cimarrones en Colombia, de los pastores como Martin Luther King y políticos como Nelson Mandela; tampoco la cultura indígena de nuestro continente fue exterminada, ella sigue velando por la protección de selvas, serranías y ríos, ella se integró a la cultura latino americana presente por doquier en el trabajo y en las artes, en la honestidad y también en la deshonestidad que caracterizan el mundo contemporáneo.

Y el saqueo continúa en nuestros días igual de despiadado y justificado, ya no por creencias religiosas, sino por doctrinas y modelos económicos impuestos por el gran capital internacional.  El subsuelo africano está horadado casi en su totalidad, se extrae oro y piedras preciosas, platino, cobre, cobalto, coltán, uranio y otros minerales, también petróleo, gas y carbón. “Sin embargo, según el Banco Mundial, un 40% de la población africana sigue viviendo por debajo del umbral de la pobreza, es decir, con menos de dos dólares al día, informa el IISD (Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible).

En Colombia, según el DANE, más de 21 millones de personas (42% de toda la población) subsisten con menos de 332 mil pesos mensuales, 11 mil pesos diarios, 2.9 dólares; otros 7.5 millones de colombianos sobreviven con $4.830 diarios, o sea, 1.25 dólar por día (www.larepublica.co).

No es la riqueza mineral ni su extracción por las multinacionales, lo que ha dado una vida digna a los africanos, tampoco a los colombianos. Por el contrario, en África, en todos sus países, esa riqueza ha sido la condena de sus gentes y la destrucción de sus territorios; en Colombia, el oro, el níquel, el carbón y su explotación por empresas multinacionales, nacionales o ilegales, dejan las tierras arruinadas y las poblaciones en miseria, violencia y desarraigo.

El Suroeste antioqueño, pródigo en agua y biodiversidad, tierra de agricultura, ganadería, turismo y unas cuantas minas artesanales de carbón, ha perdurado hasta hoy como un centro de productividad, cultura y nivel de vida de sus habitantes muy superior a la de cualquier pueblo minero colombiano. Hasta hoy.

El modelo económico del gran capital internacional determina el saqueo de los patrimonios o propiedades naturales de los países a los cuales el mercado mundial monopolista ha impedido la industrialización, condena a Colombia, al Suroeste y a los pueblos del norte de Caldas, con la complicidad de los gobiernos de las últimas décadas, a abandonar los caminos de bienestar y dignidad trazados por nuestros abuelos, para tomar el despeñadero del “progreso minero”.

Las multinacionales reciben de los políticos corruptos todo tipo de facilidades para el saqueo: las regalías son descontadas de los impuestos, con lo cual esas empresas pagan poquísimo o ningún impuesto a la renta; el informe de la cantidad y calidad del mineral extraído es presentado por las empresas sin control del Estado; los daños ambientales son los declarados por las mineras en estudios de impacto ambiental pagados por ellas, no son estudios independientes que eviten falsedades u omisiones, como es el caso del estudio de impacto ambiental de Minera Quebradona que niega los daños que causaría su explotación a Támesis en sus aguas y sus comunidades.

AngloGold Ashanti no le importa lo que le ocurra a Jericó, Támesis, La Pintada y todo el Suroeste cuando excaven túneles y cavernas en la cuchilla Jardín Támesis, y las aguas subterráneas se contaminen, se profundicen y así se afecte la agricultura, la vida campesina, indígena y pueblerina, cuando la violencia desplace a nuestras familias y desaloje el turismo, cuando la salud de la gente se deteriore, etc. Nada distinto a enriquecerse le importa a la multinacional africana, como no le importó el destino de su país y continente.

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