La importancia de nombrarse maricón

Opinión

Por: Jean Paul Saumon

Existen palabras que semánticamente están cargadas de un sentido que las sociedades le han dado ya sea para exaltar valores dignos de ser imitados o para señalar defectos y vicios que deben ser corregidos, evitados o castigados. Estas palabras cumplen además con una función performativa, buscan generar una acción, en este caso disciplinan conductas. Una de esas palabras es la palabra ‘maricón’, una derivación de la palabra ‘marica’, utilizada para nombrar a un hombre homosexual pero, además de denotar un comportamiento homosexual, le adjudica unas cualidades que son indeseables para un hombre: ingenuidad, debilidad, delicadeza, cobardía, a comparación con los valores que se esperan en un macho: inteligencia, fuerza, brusquedad, valentía y resistencia.

De fondo, lo que encontramos en esta dicotomía son los roles de género que se espera que cumplan hombres y mujeres para sostener un sistema basado en el poder del hombre y el dominio de la mujer, ese sistema ha sido identificado como patriarcado ya que basa su poder en los hombres, creando una cultura androcéntrica en donde los valores masculinos son exaltados mientras los valores femeninos son subestimados y rechazados, siendo solo las mujeres las que podían tener esas cualidades, obligándolas incluso a formarse como mujeres para ser dóciles, sumisas, obedientes, débiles, delicadas y a las que se les negó la educación porque se creía que su emocionalidad les impedía razonar.

Es por eso que la homofobia posee un importante componente de misoginia en donde lo que se odia son esos valores femeninos en un hombre que debe responder a un mandato de masculinidad por haber nacido con pene. ‘Marica’, de hecho, es una palabra que viene de un nombre femenino, María. ‘Marica’ es el diminutivo de María, un nombre femenino muy común en el idioma castellano. Se comenzó a utilizar hacia hombres que no se casaban, que se dedicaban a confeccionar los trajes de los santos en las festividades religiosas.

El homosexual afeminado se convierte entonces en un traidor del patriarcado, en un desertor del régimen violento de la masculinidad, lo que lo convierte en un ser abyecto, vilipendiado. Un insulto, un chiste, una víctima de la violencia machista de quienes se creen con la legitimidad de castigar a los traidores, esos machos que no quieren caer en la tentación de feminizarse y por eso buscan reafirmar su masculinidad patriarcal exaltando su deseo heterosexual y sus expresiones de género hipermasculinizadas.

De estos prejuicios no se salvan los homosexuales. Al crecer inculcándonos estos valores patriarcales, aprendemos una forma de ser hombres que asumimos como aceptable, rechazando la feminidad y generando esa represión tan fuerte que vivimos muchos hombres al negar nuestra emocionalidad y nuestras vulnerabilidades; pero a la vez, también producimos deseo hacia esa construcción masculina que idealizamos, hacia esas masculinidades patriarcales y por eso es común encontrar fetiches viriles como el militar, el policía, el bombero, el obrero. El problema aparece cuando esa homosexualidad patriarcal reproduce la discriminación hacia el traidor del patriarcado: el marica, el maricón, el volteado, la loca, la flor, la galleta que se partió. Esa homosexualidad termina volviéndose hegemónica, termina dirigiendo la forma en cómo se debe ser un homosexual ejemplar, uno que pueda pasar normalmente por la sociedad heterosexual, uno que haga parte del status quo heterosexual, un ‘gay’ al que no se le note su homosexualidad, que se case y pueda imitar el modelo de familia nuclear de las monogamias heterosexuales. Ese homosexual normativo, homonormado no quiere transformaciones al sistema, quiere hacer parte de él, de ahí su odio a la pluma, a la mariconería.

Es por eso tan importante distanciarse de ese modelo de homonormativo que el establecimiento heterosexual nos quiere imponer a través de sus aliados homosexuales dentro del movimiento LGBTI. Esa homonormatividad homofóbica y misógina no solo reproduce esas violencias basadas en género sino también actitudes clasistas y racistas que no representan las luchas de quienes se rebelaron en contra del régimen heterosexual aquella noche de 28 de junio de 1969 en el bar Stonewall en Nueva York. Esa noche fueron esos maricas pobres, esas travestis que se prostituían, esas lesbianas machorras quienes se insurreccionaron contra la policía. Han sido las más excluidas, marginadas y violentadas las que empezaron la lucha por los derechos de toda una comunidad que hoy celebra marchas multitudinarias en todo el mundo (bueno, al menos en este lado del hemisferio Occidental y en los países que se pretenden modernos, porque aún hoy la homosexualidad es perseguida con cárcel, castigos o pena de muerte).

El activismo LGBTI de los EEUU compuesto por una gran mayoría de personas negras y migrantes latinxs fueron los que posicionaron el uso político de un insulto con el que se pretendió violentar a quienes vivimos una sexualidad distinta a la heterosexualidad y a quienes no encajábamos en sus modelos de ser hombre o mujer, a esos ‘raros’ los llamaban ‘queers’, una palabra despectiva que terminó volviéndose en una palabra reivindicativa para nombrar todo lo innombrable, a lo inclasificable, a lo abyecto, a los afeminado, a lo amachorrado. Una versión sudaca de esa palabra es la palabra ‘marica’, una palabra que fue utilizada para insultarnos pero donde cabemos todas las disidencias sexuales y de género, porque para esa sociedad heteronormativa seamos homosexuales, lesbianas, bisexuales y personas trans, todos somos para ellos ‘maricas’, porque nos salimos del molde, porque transgredimos la norma.

Es por eso que es importante que como población LGBTI consciente del pasado de sus luchas, con un posicionamiento crítico frente a la homonormatividad y organizada para luchar en contra de la homolesbotransfobia, reivindiquemos el uso de la palabra ‘maricón’ para nombrarnos, que no le sigamos el juego a la homonorma que busca domesticar a la homosexualidad en los cánones del sistema cisheteropatriarcal.

Nombrémonos desde aquellas palabras con las cuales nos han pretendido hacer daño, subvirtamos su contenido y transformémoslas en palabras que pierdan toda su intencionalidad ofensiva, palabras que reafirmen nuestra lucha por no pertenecer a ese sistema violento en donde se nos impone una forma adecuada de ser hombres y mujeres, palabras que nos llenen de orgullo, palabras que al escucharlas no nos duelan sino que nos halaguen. Somos maricas, maricones, volteados, areperas, machorros, travestis, locas, flores, camiones, no somos un insulto, ni un chiste, eso lo determinamos nosotrxs y así como cada sociedad determinó el sentido que le daban a esas palabras, este es el momento para concebirlas de otra manera, desde nosotrxs.

 

Posdata: De acuerdo con esa intención de asumir una postura crítica como población LGBTI, la Colectiva Pringamosa convoca a la primera marcha del orgullo disidente sexual y de género en Ibagué que se unirá al Paro Nacional que vive Colombia. El PARO TRANSLESBICOMARIKÓN se realizará este 28 de junio de 2021 a las 2pm en la 37 con Quinta y llegará a la plaza Manuel Murillo Toro en donde se realizarán distintas actividades y estará dedicada a las víctimas LGBTI en Colombia, especialmente a los transfeminicidios.

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