Solo se ama lo conocido

Actualidad Ambiente

POR: EDITORIAL DESPIERTA JERICÓ


De tantas personas y cosas que conocemos, algunas son las que amamos, otras nos resultan indiferentes y otras nos causan repulsión o miedo y por tanto las evitamos o nos oponemos a ellas. Ningún jericoano de nacimiento o de adopción, como poquísimos turistas de los muchos que nos visitan cada fin de semana, dirá que no le gusta nuestro pueblo, que no lo quiere y que no se siente orgulloso de ser jericoano o de haber disfrutado como turista de la amabilidad de sus gentes, la seguridad, la bella arquitectura y el entorno natural, la oferta de servicios turísticos y culturales.

Los anteriores agradecimientos que merece nuestro municipio y el Suroeste en general, son ciertos e importantes, pero no son suficientes para vivir un amor más profundo y activo por la comunidad que ha venido construyendo desde hace más de 170 años, una identidad de la que sobresalen esos atributos de amabilidad, seguridad, belleza y buenos servicios. ¿Qué nos hace falta para evitar la pérdida que se insinúa con insistencia de las cualidades jericoanas y suroestanas?

Es necesario entender el proceso cultural del Suroeste cimentado en la vida campesina de miles de familias agricultoras arraigadas en el territorio por generaciones, gracias a la fertilidad de los suelos, la abundancia de aguas y la laboriosidad de sus gentes.

Hoy, con la continuidad del modelo económico extractivista promovido por los últimos gobiernos, que incluye los cultivos extensos de maderables y frutales, la titulación de grandes extensiones de terrenos municipales para intensas explotaciones mineras, las autopistas que alientan el desplazamiento poblacional hacia nuestros pueblos, entre otros factores, se impone a la vida suroestana los derroteros que en otras zonas de Colombia han demostrado la pérdida de calidad de vida humana, la degradación drástica del medio ambiente, la pérdida de biodiversidad y el fuerte incremento de la delincuencia.

Quienes desde el gobierno central y algunos sectores industriales y de inversión, se empeñan en transformar el Suroeste tradicional en un Suroeste supuestamente moderno, en realidad un Suroeste emprobrecido social y ambientalmente, saben perfectamente las implicaciones de su política económica; los que no hemos entendido en toda su magnitud esa “modernización”, somos muchos suroestanos esperanzados en beneficios individuales o sumergidos en una apatía por lo que está pasando y lo que se avecina.

Ya experimentamos la zozobra y el miedo que causa la presencia de grupos delincuenciales que extienden sus redes en la región: aumentan los asesinatos, masacres, extorsión y tráfico de drogas ilegales; el costo de vida para los lugareños se viene incrementando a la par de la llegada de nuevos residentes. Conocemos el anuncio de AngloGold Ashanti de que su interés es convertir el Suroeste en un distrito minero disfrazado de bienestar público.

Inicialmente ese distrito minero estaría integrado por la explotación de los cinco depósitos metálicos en la montaña que une a Támesis y Jericó; para el primero, El Chaquiro, la multinacional africana está esperando la respuesta de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales -ANLA- a la solicitud de permiso de explotación que presentó con estudios deficientes, incompletos, mal presentados y tendenciosos. En cumplimiento honesto, serio y respetuoso de sus funciones y de la vida, la ANLA debe negar ese permiso y descartar el distrito minero, para dar la oportunidad a Antioquia y a Colombia de conservación de la mayor riqueza que tenemos en el mundo: el agua, y si algo tenemos en abundancia desde Caramanta y Valparaíso hasta Tarso, Pueblorrico, Andes y Jardín, es agua de calidad.

Que no haya duda del grave deterioro que sufriremos de las fuentes de agua suministradas por nuestras montañas. Corantioquia asegura que el nivel de las aguas subterráneas descendería afectando las aguas superficiales y el abastecimiento de acueductos; la merma de las agua se originaría por la desviación de los flujos subterráneos hacia los inmensos túneles y cavernas mineras que se excavarían con el uso de maquinaría pesada y explosivos, que de paso afectarían con vibraciones y ruido a las veredas de Palocabildo, durante los años de explotación, 21 para El Chaquiro, y muchos más con los otros depósitos. No solo se disminuye y contamina el agua; el suelo de la montaña perdería fertilidad y obligaría al desplazamiento de los agricultores.

Decíamos al inicio de este editorial que lo conocido nos conduce al amor o al rechazo; pues bien, amamos nuestros Jericó, Támesis y demás pueblos hermanos y ese amor se debe fortalecer con una más clara información de la historia recorrida, del presente y las posibilidades que nos ofrece el futuro.

Conocemos las amenazas que acechan al Suroeste, algunas podrían ser controlables si disponemos de gobernantes comprometidos con las comunidades, como las actividades agro industriales, turísticas, poblacionales; otras amenazas causarían daños ambientales profundos e irremediables, como la excavación de nuestras montañas y alteración del flujo y pureza de las aguas. Ante todas las amenazas tenemos que conocerlas debidamente para controlar algunas y otras para rechazarlas con decisión, valor y unidad ciudadana.

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