Por: Rodrigo López Estrada
Dicen los que vienen por nosotros y nuestras riquezas que fuimos innovadores porque fuimos los primeros en tener luz eléctrica en Antioquia, después de Medellín. Si estuviesen vivos nuestros fundadores del progreso, Ramón Nicolás y los sucesivos entre patriarcas, patricios, nobles, prohombres, curas, colonos y jericoanos de verdad, se revolcarían con el solo hecho de pensar en minería aquí.
Jericó fue madrugadora, limpiecita y querenciosa porque mostró rápido su talante, construyó con ética y amó la tierra que es montaña y espacio con toda su responsabilidad.
Innovar, en este caso de un pueblo mágico, conlleva obligatoria- mente el término respeto porque aquí la minería no es vocación, ni interés, ni verdad. Los simpatizantes suyos obedecen a otras razones incluyendo la trampa desde la firma de asistencia a un bazar de compras interesadas; además de falsas participaciones en el futuro económico ya que para el nuevo estado financiero mundial el activo duro representa más aval allí que en los bolsillos globalistas de AGA y sus unidos. Pues Jericó y el sensato habrán de entender que riqueza a cambio de un hueco, no es negocio, luego no hay innovación.
El paraíso de cada hombre no es más que el espejismo de un deseo particular.
Las modificaciones del paisaje deben estar de acuerdo con las intenciones comunitarias, históricas, culturales, patrimoniales. He ahí la riqueza, no la que se quieren llevar legalmente al decir de las conveniencias negociadas con mandatos transitorios.
La innovación del espíritu jericoano es duradera, clara, ética, pluralista. El totalitarismo que se desea hoy aquí con los poderes comprados como sea, es extremismo porque no se ejerce la responsabilidad intelectual que genera un muro de contención contra la infamia pretendida: la privatización y la conveniencia particular.
El Espíritu Jericoano no se deja enredar por las prebendas ni se inclina servilmente. Conozcan primero la Historia.