¡El simbolismo a la carga! Crítica a “Les Garçons Sauvages”

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Por Gilberto Tabares

Catedrático sin alumnos, narrador de historias de ficción y humorista en formación. Escribe cuando le da sueño y repara computadores y corazones obsoletos a domicilio.

Vitascopio


Bertrand Mandico (director) nos presenta a “Les Garçons Sauvages”, una película cargada de simbolismo y metáforas, el montaje pasa de la escenificación de un mal sueño imbuido en planos nubosos en blanco y negro, a las escenas esporádicas en color que buscan llenar de sentido y significado la utopía erótico-libertaria de un futuro a la medida de la mujer. Otro rasgo destacado del montaje, es la transposición de imágenes que articula elementos abióticos y la antropomorfización de la naturaleza, a los que Mandico dota de conciencia propia e independiente de los personajes logrando generar un escenario vivo capaz de expresar al espectador no solo placer, erotismo, miedo, fuerza, misterio y satisfacción, sino que se erige como una estructura simbólico-metafórica de una radical transformación humana; de una metamorfosis en un mundo surrealista capaz de sacar al ser humano del laberinto de todas las formas de violencia.

La actuación logra plasmar la intención del director, visualizar el infame rostro de la masculinidad como un lugar histórico de opresión, poniendo en evidencia el sentido común hegemónico que ha puesto a la mujer a través de la historia en un lugar subsidiario y la salida emancipatoria de esa realidad.  Las máscaras al inicio de la película exponen claramente la perspectiva mencionada, mascara y rostro se vuelven suposición, aunque los “jóvenes  salvajes” se las quiten tratando de mostrar un rostro real, lo que se revela empieza a deformarse, pues lo único que se observa es un ser que trata de ocultar la violencia y que busca cínicamente la libertad que les permita seguir usando mascaras;  con este argumento se justifica la deconstrucción de esa realidad  y la lucha por la hegemonía que ostenta un género.

El simbolismo es fundamental no solo en términos estéticos sino para constituir el debate político en torno al machismo y la violencia que se amalgaman en el hombre, mostrándolo constantemente como un sujeto que ha construido un mundo sombrío alrededor de su virilidad o su potencia sexual. Esto se expone en el crecimiento de la figura del procurador (Cristopher Brier) en un ambiente vaporoso; también en el abuso de la sexualidad expresado en el delito contra la profesora (Nathalie Richard); en el uso de la fuerza como instrumento de cambio de la personalidad, con el cual la sociedad busca disciplinar a los “jóvenes salvajes”; además, en la escena en que violan a Tanguy (Anael Snoek) y a la doctora Severine (Elina Lowensohn) y en la violencia con la que Jean Louise (Vimala Pons) viola a Romuald (Pauline Lorillard) al darse cuenta de su transformación. Con todo esto Mandico sustenta que, ni el hombre está a salvo del hombre, porque ninguno es tan fuerte como para no temer la violencia del otro, por lo tanto, es necesario dar el siguiente paso.

La isla es fundamental para sustituir la dominación machista, ella se presenta como el lugar de transición, capaz de dominar en su totalidad los deseos del hombre y transformarlo en un ser justo, pensante, con una nueva sexualidad que terminará otorgando la anhelada paz; así, Mandico quebranta el rol y las ideas dominantes actuales, se opone a la autoridad del hombre y el placer que este encuentra en la violencia. También apoyándose constantemente en la voz en off (Lola Creton) se interpreta y da forma a la realidad que trata de construir, va manipulando la realidad en función de su interés final, motivar la erradicación de un poder que considera indebido, impulsar la decisión consiente e inconsciente de reordenar esa realidad, convertirnos en el capitán (Sam Louwyck) para contraponernos a ese paradigma.

Otro símbolo interesante es la imagen del vientre abierto donde yace un arma a disposición de Severine o de cualquiera que se sienta lista para usarla.; ese claro simbolismo de una mujer no resignada a un rol de explotación sexual, ni para la conservación de la vida de la especie, el verdadero papel es la propia transformación y la transformación del mundo mediante la violencia de ser necesario. A su vez demuestra que la mujer tiene las mimas posibilidades de construir como de destruir.

Sin embargo, el argumento político que le imprime Mandico al film deja un hilo abierto en cuanto su ambigüedad o limitación, ya que, aunque la defensa del feminismo es evidente, no deja de expresar la emancipación de la mujer en términos de dos polos sexuales que se repelen, es más, mientras la isla reemplaza a la mujer en el rol de la explotación sexual -que de alguna forma es justificado por la misma existencia de la isla- la mujer debe asumir su responsabilidad de traer paz al mundo a través de la violencia o de la transformación del hombre en la isla. Mandico cree que la mujer es capaz de ser buena en su totalidad y capaz por su naturaleza de traer la paz al mundo a través de la eliminación del hombre malo, génesis de la violencia. Es decir, Mandico en su afán de sacar a la mujer de una asimetría jerárquica naturalizada, se asocia con una práctica fascista, que planea la destrucción de una condición humana incorrecta -el hombre- o buscando transmutarlo en la isla a la fuerza.

De cualquier forma, el argumento final en las líneas arrebatadas a Shakespeare, anuncian la finalidad del hombre, como una extinción profetizada por las brujas a Macbeth; sin embargo, no debemos olvidar que a esto Macbeth respondió: “¿Qué necesidad tengo de temerte? … Aun así, mejor es asegurarme por completo y unirme más al destino; no vivirás, para que yo pueda dormir tranquilo a pesar de la tormenta” (Shakespeare. Macbeth, p.24).

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