Retrato de una Luchadora

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Por: Jose Repelín Cucharas


El día de ayer, en varios portales noticiosos y a través de las redes sociales a nivel nacional, circuló una fotografía que a muchos nos produjo una serie de sentimientos encontrados. En la imagen se ve a una mujer con su pequeño puesto ambulante de venta de dulces, fenómeno que ya hace parte del paisaje de un país donde millones se rebuscan el sustento diario desde la informalidad. Causa escozor ver cómo con el anuncio de la nueva normalidad, en medio de una pandemia que dista de estar cerca de su pico de contagios, Olinda, la vendedora, decidió con mucho temor volver a la esquina donde desde hace 15 años consigue unos cuantos pesos para llevar alimento a su casa.

Lo hizo Encomendada a Dios y a la santísima Virgen  como ella misma expresó, motivada por la premura económica, con gran temor y a pesar de los riesgos que suscita para alguien de 68 años exponerse a un posible contagio. Armada de un tapabocas algo flojo, unos cuantos palos y unos metros de cinta para señalizar, improvisó un pequeño cerramiento que le ofrezca por lo menos algo de distanciamiento social, y un pequeño atomizador con alcohol para desinfectar constantemente sus manos.

Sin descripción disponible.
Doña Olinda y su puesto de dulces

La inocente y brillante ocurrencia de Olinda nos invita a reflexionar sobre las condiciones de miles de nuestros adultos mayores, que antes y en medio de la crisis provocada por el confinamiento, nos incita a romantizar la valentía de personas como ella. Pero la reflexión debe ser más estructural, para que esto no quede en folclor, hemos naturalizado la injusticia social y las precarias condiciones que enfrentan nuestros adultos mayores a los que un estado tan rico como el colombiano debería privilegiar y asegurarles una vejez digna.

Por el contrario, a diario vemos como billones de nuestros recursos resultan en manos de compañías extranjeras, o se desperdician en campañas publicitarias orientadas a subir la imagen de un gobierno cada vez más impopular, precisamente por la inequidad de sus actos.

Nos queda solo intentar ser más empáticos con quienes luchan a diario en las calles por una vida mejor. ¡Reclamemos derechos para ellos y nosotros!, apoyemos con nuestra compra al pequeño comerciante, al agricultor, al independiente, al emprendedor y así mitigar en algo sus adversidades.

Y cuando tenga tiempito pásese por el Éxito de la 80 de Ibagué, saluda a la señora Olinda y la motiva con su compra.

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