Han pasado 28 años desde que Martha Lucía López y su esposo, Carlos Julio Otero, se mudaron a Camaná, la finca de recreo que tenían en el municipio de Restrepo (Meta), con el propósito de convertirla en un terreno productivo para el sustento de ellos y de Nathalia, su hija de tres años.
Hasta ese momento (1993), ninguno de los dos sabía vivir del campo —ella era ingeniera de petróleos y él médico veterinario—, pero tenían la convicción de que aprender a hacerlo no solo era el mejor camino para superar la crisis económica desatada por la pérdida de sus empleos, sino que los acercaba a la felicidad que producen las cosas simples, esa que da la naturaleza.
La ganadería, la venta de leche y la fabricación de productos como arequipes y yogures —que comercializaban utilizando el carro familiar como punto de venta a orillas de la carretera—, mantuvieron la economía familiar a flote unos años. Pero en 1997, todo dio un giro: después de participar en un taller sobre empresas de energías alternativas, Martha decidió crear “la biblia de Camaná”, un documento en el que consignó la misión y la visión del predio, además de las metas que quería lograr con él.»
Empezamos a pensar en lo que queríamos para el futuro, y escribí: ser una finca agroecológica, agroturística, integral y autosostenible. Me puse a investigar para qué servía cada una de las cosas que teníamos (por ejemplo, las plantas) y terminé documentando eso’”, recuerda, mientras da claras muestras de esa habilidad que tiene para organizar, planear y visionar cosas que otros no. Así se convirtió en el motor que trataba de impulsar a Carlos Julio a buscar nuevos objetivos, mientras él cumplía la función de ser “el freno de mano”, la razón, la mesura.
“Luego, mi papá murió. Y eso me obligó a despertar y hacerme adulta”, dice Nathalia, recordando la muerte de Carlos Julio, en el año 2016. Para ese momento, esta familia ya había sobrepasado con creces el sueño de hacer de Camaná una finca agroecológica, pues en el año 2000 lograron entrar a la Red Colombiana de Reservas de la Sociedad Civil (Resnatur) y en 2014 obtuvieron la resolución en la que Parques Nacionales Naturales los declaraba como una Reserva de la Sociedad Civil (RNSC), lo que significaba entrar al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP).
Pero, ¿cómo sucedió esto? Convertir un predio en Reserva Natural de la Sociedad Civil es algo que cualquier ciudadano propietario de un predio que represente una muestra de un ecosistema natural, puede hacer. Para esto, necesita entrar a la página de Parques Nacionales Naturales, descargar y diligenciar los formularios de solicitud de registro y liquidación de evaluación, así como anexar los documentos solicitados. Aunque recibir el certificado de registro puede tardar dos años, la inscripción no tiene ningún costo y no exige un mínimo o máximo de área requerido.
Con el recuerdo de Carlos Julio, Martha y Nathalia resolvieron quedarse en Camaná, anotando nuevos pendientes en “la biblia”, como transformar el servicio de alojamiento que habían empezado a ofrecer hacía algunos años en un ecohotel con certificación en sostenibilidad; hacer una transición de rancho a “Fundación Camaná, conservación y territorio” para continuar el trabajo de educación ambiental en su zona de influencia; y ser avaladas como una organización articuladora por parte de Parques Nacionales para ayudar a conformar nuevas RSNC. Y, como era de esperarse, todos esos objetivos son hoy una realidad.
¿Lo mejor? Que hoy tienen voz y voto. “Hemos podido participar en espacios de decisión del municipio cuando antes pensaban que estábamos locas por querer convertir ‘un potrero’ en una zona para la conservación. Creo que esa es una de las mejores cosas de haber dado el paso”, concluye Martha con orgullo.
WWF Colombia