Por Diego Cárdenas
Cristóbal Colón se estaba quedando calvo con rapidez para cuando emprendió su travesía al «Nuevo Mundo”, así que una de sus grandes motivaciones para viajar a ultramar era encontrar alguna suerte de crema, mejunje o bálsamo que detuviese la frenética caída de su cabello.
Otros datos curiosos sobre el «almirante» incluyen el que fuera pelirrojo, pecoso y zurdo ( tres strikes para ser considerado un siniestro retoño del diablo para la época), medir cerca de 1.80 m. – lo que lo hacía casi un gigante teniendo en cuenta que la media de la población era 1.60- y ser supremamente enfermizo, padeciendo entre otras muchas dolencias: insomnio, tifus, gota, cálculos renales, reuma y diabetes ( misma que se puede diagnosticar a partir de las múltiples ocasiones en que se menciona que las heridas de sus piernas no sanaban).
Así las cosas, casi nos salvamos por un pelo del «descubrimiento» de estas tierras.
Fuente: Cristóbal Colón: retrato de un hombre de Consuelo Varela y Mitos y utopías del descubrimiento de Juan Gil
Sobre el autor de este disparate:
Arqueólogo de lo impráctico. Magíster en onanismo literario con profundización en divagaciones de letrina. Todavía ve muñequitos.