Por: Martha Devia
La marcha que emprendieron varios indígenas, campesinos y mujeres el pasado 25 de junio desde la ciudad de Popayán y que tiene como meta de arribo, el distrito Capital, se moviliza por largas rutas del país ondeando banderas de justicia social. Bajo las consignas de #Nos están matando, recogen las diversas atrocidades de un sistema político inoperante que desestima la riqueza real de su propia gente y de su propia tierra.
En acto de apoyo a la causa, menciono brevemente cómo se violan en Colombia los derechos humanos, una de las principales causas de movilización e indignación no solo de quienes hoy marchan hacia Bogotá, sino de muchos colombianos.
Es claro el asesinato diario de líderes sociales y la vulneración a la que se someten comunidades y territorios. La sistematicidad de la situación, nos ha abstraído en la aceptación, hemos habituado en extremo esta barbare que a muchos la noticia ya no nos sorprende ni conmueve. Desde otra orilla y ante semejante suerte, el gobierno Nacional no ha sido vehemente en sus determinaciones para blindar la vida y los territorios; le ha quedado grande cuidar de los verdaderos héroes que luchan y levantan su voz porque quieren un mejor país, uno con oportunidades para todos. Me atrevo a decir que vivimos bajo una falsa gobernanza que no representa a los colombianos, al contrario, caímos en manos de dirigencias políticas que operan desde la manipulación y la opresión social, un gobierno que vocifera diariamente desde la pantalla que tiene interés y que está trabajando por el pueblo. Embuste cínico que solo creerán los que nunca observan el transcurrir despiadado de nuestra cotidianidad. Esta breve descripción para significar que aquí, no solo #Nosestanmatando, sino que los que logramos sobrevivir, caemos en una suerte de muerte lenta generada por otra serie de despojo de los derechos que tenemos como humanos.
La situación de los Derechos Humanos en este país es tan deplorable que ya nadie tiene confianza; ni siquiera los niños y las niñas escapan de esta caja de los males. Ellos que se supone son las bendiciones de los hogares, que, por naturaleza, son ingenuos y deberían vivir en un paraíso; son educados con prevención y se les enseña a desconfiar de todo porque al igual que los líderes sociales, también son blanco de asecho y a quienes se da muerte física y moral, otra importante evidencia del menosprecio de la Declaración Universal de los Derechos humanos; “tenemos el derecho a no recibir daños ni torturas”, dice esta.
No podemos negar con estos breves ejemplos la descomposición social en la que vivimos. En los últimos días, pululan hechos y denuncias de familias, madres y comunidades indígenas (Embera, Nukak Makú, Wayu, entre otros) que manifiestan la repetida agresión por parte de quien se “supone” debe protegernos (ejercito), o por algún enfermo que no sabemos qué tipo de niñez y de abuso quizá soportó; esta alusión lejos de defenderlos o de justificar el acto, pero como argumento hipotético de lo enferma de nuestra sociedad.
No acabamos de sobreponernos de algún doloroso caso de masacre, muerte o violación, cuando ya tenemos otro igual o peor. Ante estos mínimos que dejo en la memoria, existen millones de casos, como millones de colombianos que hoy clamamos por justicia social, hablamos “viejitos”, de protección a niños, niñas, afrodescendientes, campesinos, mujeres, comunidades LGBTIQ, hablamos de educación, salud, trabajo, dignidad, seguridad, recreación. De manera, estimados todos, que insisto en que no nos dejemos arrebatar la fe y la esperanza, que no nos roben el deseo de vivir, que el pueblo no se rinda, que no naturalice y que no valide con el silencio actos salvajes y de horror. Impresionémonos por todo atropello y quebrantamiento de nuestros derechos, que tú voz y mi voz, se junten para que el estruendo sea tan fuerte que obligue a la justicia.
¡Protección y fuerza Marcha por la dignidad!
Buenos días, realmente lo que se describe es la historia viva de lo que sucede en este país de élites mafiosas desde la época colonial; no hemos sido liberados de los yugos opresores de los españoles, los hijos de los hijos es decir los criollos, sin mestizaje sucedieron a los padres españoles y hoy nos someten más duro que en la colonia, a los indígenas les arrebatan sus tierras, les violan sus derechos; asesinan niños, violan niñas, asesinan campesinos y los desplazan en masa. Las FF.AA solo están al servicio de la hegemonía criolla elitista, soberbia y mafiosa.
GRACIAS A MARTHA POR TAN EXCELENTE ARTICULO.